Le costaba mirarse al espejo. No se reconocía y eso le mataba por dentro. 'Con lo luchadora que he sido yo siempre', decía. Pero ahora estaba más débil que nunca. Ahora lloraba como si el mundo acabase mañana. Se había vuelto solitaria, arisca e incluso borde. Muy borde. A pesar de que siempre le había caracterizado la dulzura. Se ha hecho amiga de la lluvia, quien se compadece de ella, de sus bajones, de sus lloreras. Ahora adora ver las gotas de lluvia caer sobre el cristal. Ama ver cómo cientos de miles de gotas corretean unas detrás de otras en la misma superficie, en el mismo cristal. Le encanta ver escuchar el sonido que hacen en el momento que pegan contra el cristal. El mismo instante en el que han encontrado su destino. Su trágico destino.
Sin embargo, odia el sol. Odia los días de verano. Odia el calor. Aunque antes siempre deseaba que el buen tiempo llegara. Lo odia porque debe salir. Salir a la calle. Donde ya nunca quiere estar. Donde las horas pasan en su contra y el reloj parece quedarse parado. Donde la compañía le sobrepasa y debe luchar contra ella. Su vida ya no es la misma. No.
Su carácter ha cambiado por completo. Los problemas la han cambiado. La soledad ha hecho que se convierta en lo que es ahora. Y, ahora, odia en lo que se ha convertido. Se odia a sí misma.
a mi sí que me encanta tu blog, tienes un diseño muy bonito, pero nada comparado con lo que transmites en cada palabra, a veces lo mejor que podemos hacer (en el caso de nosotras) ante estos momentos es escribir y dejar la mente a la deriva en un mundo donde siempre vamos a pertenecer, los sueños, los cuales nos evaden de la verdadera realidad. Me encanta, en serio.
ResponderEliminarTienes mucha razón. Es malo dejar que un sentimiento te domine por completo, puede causar demasiados daños.
ResponderEliminarA la ves que he leído esta entrada, me ha hecho pensar en mí. Yo no quiero convertirme en eso, sinceramente. Gracias por aportarme una vista de las consecuencias.
Un beso, cielo.