domingo, 12 de mayo de 2013

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Vuelves de un viaje del que tienes millones de fotos. Dejas atrás lugares de los que no sabías su existencia. Recuerdos que esperas nunca olvidar. Personas que has conocido con las que prometes seguir el contacto que a los pocos días pierdes.
Y vuelves. La puta rutina te espera en casa. El colegio sigue donde estaba y el horario sigue igual. Nada aquí ha cambiado. Todo está como lo dejaste. Sin embargo, ¿estás tú como antes de irte? No. Algo en tu interior ha cambiado. Algo ha florecido. Pero nada, no logras descubrir qué es. Hasta que es él mismo quien te lo dice. Es él el que llega a tu vida para llenarla de color. Para abrirte esos ojos que tan cerrados están. Para hacerte sentir especial como pocas veces han hecho. Es él quien aparece detrás de la pequeña pantalla. Él hace que ese viaje que dejas atrás tenga sentido. Hace que quieras volver a allí, a aquel barco. Al crucero que marcará un antes y un después. Porque sí, porque todo ha cambiado. Porque ahora que has vuelto, las cosas no son como eran. Porque tus ojos permanecen abiertos mientras él siga aquí. Porque puedes notar cómo en tu interior algo nuevo está naciendo. Y eso hace que cada día tengas las fuerzas necesarias para levantarte de la cama dispuesta a andar. A andar tanto como tu cuerpo te permita. A no parar hasta no sacar la mejor de tus sonrisas. A vivir. A vivir sin pensar en nada ni nadie.

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